miércoles, 5 de marzo de 2025

13- Otra vez el Tiempo

 


Me permitirás, estimado conciudadano, que aborde otra vez el tema del Tiempo, puesto en mayúscula, sólo para indicar hasta qué punto es importante para nuestra visión poner esta palabra en el centro de nuestro pensamiento. Nos lo recordaba el otro día Mercadal cuando dijo, mientras paseábamos frente al Club Natación Barcelona:

—Creo que no somos conscientes, los humanos de hoy en día, hasta qué punto el Tiempo se ha situado en el centro de nuestras vidas. Mil veces hemos hablado del papel que juegan en la actualidad los relojes y las nuevas y sofisticadas formas de medir el tiempo, que pueden dividir los segundos hasta extremos que nunca llegaremos a percibir con nuestros sentidos y cerebro. Fijaros como en las vidas normales de las personas nos movemos por los márgenes propios de las medidas horarias, es decir, entre aquellos espacios de tiempo que caben en la lógica de los relojes, con sus años, meses, días, horas, minutos y segundos. Se trata, por supuesto, del viejo tiempo de los ciclos anuales marcados por el calendario agrícola. Es también el actual tiempo democrático de la vida social en el que todos nos sentimos como quien dice 'en casa'. Y si nos sentimos 'todos en casa' es porque realmente se trata de un tiempo colectivo que es igual para todos, al estar compuesto de las unidades democráticas de medida. Ello provoca estas sensaciones tan recurrentes de que los días, los meses, los años, pasan demasiado rápido. Una percepción que deriva en queja, como si hubiera aquí algún tipo de estafa, como si alguien nos hubiera engañado otorgándonos unos minutos y unas horas que son en realidad más cortos de lo que parecen.

Estábamos conscientes los de la Colla que Mercadal tenía un día inspirado y que había que escucharlo con atención, sobre todo porque a veces sus ideas eran complicadas y nada fáciles de seguir.

—Y creo que se entiende que tengamos esta percepción por el simple hecho de que este tiempo, en efecto, no es el nuestro de verdad sino el colectivo de la sociedad que nos hemos dado por consenso o por claudicación, y por eso nos sentimos estafados. Pero atención: sabemos de sobra que el Tiempo, desde que Einstein nos lo dijo, no es absoluto sino relativo, lo que debe entenderse como que hay tantos tiempos como sombreros y cabezas hay en el mundo. Una verdad que la física acepta y que sustenta toda la actual tecnología de las telecomunicaciones. Socialmente, sin embargo, este principio de que hay tantos tiempos como cabezas pensantes, no se ha aceptado, y por eso nos engañamos y vivimos un tiempo que no es el nuestro propio y verdadero, sino el colectivo de la sociedad y de los demás, lo que explica esta sensación de estafa o de carencia.

—De cajón —no pude menos de exclamar, ante aquellos pensamientos que por otra parte ya habíamos ventilado en otras ocasiones.

—Como es lógico, poco a poco los humanos vamos entendiendo estas ideas y es normal que cada vez haya más personas que se singularicen con un tiempo propio, que no tiene nada que ver con el colectivo, y que ofrezca perspectivas de las cosas y del devenir del todo insólitas y originales. Pienso en un José Tomás, el gran torero, o en un Ferran Adrià, por poner dos simples ejemplos de genios actuales dotados de tiempos propios. Sin ir más lejos, nosotros mismos, sin ser genios de ningún tipo, somos uno de estos casos: al ver el tiempo con ojos propios, podemos imaginarnos el pasado a partir de lo que nos han dicho o hemos leído, eso es inevitable, pero en cambio tanto el presente como el futuro los tenemos libres, lo que explica que veamos nuestras cosas y lo administremos a nuestra manera, según lógicas visionarias en unos casos o astrológicas en otras como es mi caso. Lógicas que no tienen nada de objetivo ni son demostrables, por supuesto.

Lo has explicado a la perfección, Mercadal —no pude menos que exclamar.

—Y esto también nos aclara no pocas cosas del Polimonarquismo. Si tenemos en cuenta que un linaje real inaugura siempre un calendario, como ha sucedido a lo largo de la historia, el nacimiento de miles de nuevos palos monárquicos representa el nacimiento de miles de nuevos calendarios que sirven para los partidarios, seguidores y usuarios de cada monarquía Y ese apoderamiento del tiempo que harán los pequeños grupos sociales, desde el momento en que se instauren como casa real, disparará su popularidad, ya que disponer de un tiempo propio será pronto una necesidad de primer orden para las sociedades desarrolladas. El polimonarquismo aparecerá entonces como una sencilla pedagogía democratizadora de este deseo de disponer de tiempo propio, instaurando una pluralidad de tiempos sociales diferentes.

Nos quedamos impresionados ante las palabras de nuestro amigo astrólogo y médico jubilado, que situaba el fenómeno de la Polimonarquía con tanta precisión filosófica. Corominas, que siempre intentaba poner dudas o simplemente llevar la contraria, dijo:

—Te has explicado muy bien, Mercadal, pero también tendrás que reconocer que las polimonarquías de las que hablas serán en muchas ocasiones simples artimañas para sobrevivir en un mundo competitivo y absurdo, por lo que estos tiempos propios instaurados por cada linaje en realidad serán tiempos de poca monta, casi de juguete o de mofa en muchos casos, por lo que difícilmente podrán ser una alternativa al tiempo social o colectivo.

—Tienes razón, Corominas —contestó siempre solícito el doctor Mercadal—, pero piensa que en un futuro próximo, y quizás más cercano de lo que pensamos, los tiempos colectivos serán básicamente ‘tiempos basura’, para trabajos de simple mano de obra física valorada a precio de saldo, por lo que será casi una obligación inventarse cualquier otro trabajo o asociarse a quien los invente con unos ciertos márgenes de generosidad o de empatía. Y eso es lo que hará el Polimonarquismo, crear nuevos núcleos de ocupación de tiempo y de trabajo, capaces de entusiasmar a un sector grande o pequeño, y con capacidad de competir en el mercado.

Se quedó callado Mercadal, impresionado quizá por las alturas de su propio discurrir. Pensé que sería bueno intervenir para acabar de alguna manera su argumentación.

—En verdad en verdad os digo que veo el Polimonarquisme como un estallido de linajes reales de poderes muy relativizados, debido precisamente a su multiplicación, lo que obligará a una ordenación taxonómica de esta multiplicidad, con sistemas de coordinación logística de una gran sofisticación, con límites, techos y reglas de protocolo a diferentes escalas: urbana, comarcal, regional, autonómica autodeterminada o autofederada en el caso ibérico. Y cuando el fenómeno polimonárquico se esparza por Europa, la reglamentación vendrá orquestada por el paraguas de la Unión Europea, que encontrará en esta tarea una de sus funciones más importantes y justificadas. Al haber tantos palos monárquicos compitiendo entre sí, sus poderes estarán muy mermados y obligados a encajar en un todo, siendo su representación oficial y logística la ya mencionada Corte de Reyes, de una vistosidad despampanante. Y si tenemos en cuenta que la presencia de los palos reales en la Corte de Reyes será decidida por rigurosas elecciones generales, veremos que disfrutará de unas garantías democráticas considerables.

—Tienes toda la razón del mundo, Bastides —exclamó Mercadal, iluminado de pronto con una idea nueva en la cabeza—. Y ahora veo con total claridad como en un futuro no muy lejano aparecerán en el mercado relojes que marcarán el tiempo según criterios personales, por lo que uno se podrá sincronizar con la hora colectiva, si lo que quiere es coger un avión o llegar tarde al trabajo, pero también lo podrá hacer según criterios singulares, estableciendo la duración de los minutos y de las horas a partir de las necesidades y los caprichos de cada uno, o del correspondiente palo monárquico al que uno se quiera o se sienta asociado. De esta manera se implantará una libertad de vivir el tiempo según te apetezca, aunque seguirá siendo imposible escapar al ritmo de los días y de las noches, claro, un ritmo cosmológico del que los humanos tendremos que ser más y más conscientes.

—¡Un tiempo hecho a medida! —exclamó Paquito—. Y, ¿no será todo esto un galimatías?

—Sí y no. Piensa que los humanos sentiremos pronto una necesidad urgente de escapar o de abrir puertas y ventanas a este tiempo único y colectivo del reloj sincronizado, cuyo objetivo no es otro que el de hacernos marcar el paso, bien comandados por los que tienen el control del silbato, es decir, por los dueños de las tecnologías encargadas de establecer la sincronía. Por lo tanto, el tema de la libertad será una pura necesidad de supervivencia de la propia especie, si ésta quiere seguir siendo humana.

—Precisamente de eso hablan los que temen el gran poder que pronto tendrán las tecnologías de la Inteligencia Artificial —dijo Corominas.

—Exacto. Y se entiende que los que controlen estos poderes tecnológicos no los querrán perder, como ya ocurre hoy, lo que obligará, a quienes quieran escapar de este control, a inventarse mil artimañas, abriendo las vías de otros caminos laterales, que no despierten recelos al estar basados en una simple búsqueda de chucherías imaginativas y finalmente de beneficios económicos.

—Los Polimonarquismos, claro ... —dijo Paquito, como si de repente se le hubiera iluminado una bombilla en la cabeza

—Pero fijaros en una cosa: cuando se celebren actos comunales de los distintos palos monárquicos, ya sea en las sesiones de la Corte de Tronos y Tronas, ya sea en otras efemérides festivas y celebratorias, el hecho de tener que sincronizar todos sus relojes a un único tiempo, será vivido por el conjunto de las coronas sincronizadas como un rito asociativo de un peso enorme, una demostración de hasta qué punto seremos capaces de pasar de la más feroz multiplicidad a la unión y a la igualdad más explícitas y sinceras. Este pasar de lo múltiple a la unidad constituirá una de las pedagogías más importantes del Polimonarquismo, lo que cambiará a la larga la naturaleza humana y social del Mosaico Ibérico.

Impresionados por las dimensiones de la conversación, seguimos caminando, mientras pensábamos las últimas ideas esgrimidas, las cuales parecían bailar sobre las suaves olas del mar que rompían a nuestros pies, como si los brillos del agua fueran los fulgores provocadas por el sol sobre miles de coronas chispeantes, las que se mecían sobre las crestas del mar con una cadencia sonora de un tiempo suave y mediterráneo, dulce y sabio para nosotros.

 

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