Creo
pertinente, querido conciudadano, que antes de situarnos en fechas más
avanzadas del calendario, nos fijemos en algo que pronto va a suceder y que va
a ser determinante en los cambios que se avecinan a eso que se ha dado en
llamar la Industria Turística. Algo lógico, si tenemos en cuenta la importancia
que tiene el turismo en el conjunto del país, al movilizar una tan amplia gama
de actividades y ocupaciones.
Los
implicados en este negocio que, como un pulpo, tiene mil patas de extensión y
desarrollo, deberán muy pronto plantearse las preguntas apuntadas en la anerior carta. Y lo
que descubrirán los más entendidos en la materia, invitados por las principales
ciudades valencianas, es que costará mucho vencer las resistencias que la
prudencia y el miedo al contagio han inoculado a las poblaciones mundiales. Por
mucho que se innove en sistemas de seguridad, limpieza y desinfección, el
pánico generado por el COVID-19 se incrustará en la gente como una segunda capa
de parálisis y protección. ¿Cómo vencerla?
Por
supuesto, las ofertas y las bajadas de precios y de pantalones serán mayúsculas
y contundentes, pero pronto se comprenderá que su trascendencia no será más que
un parche a un problema mucho mayor.
Nuestra
visión de futuro, bien avalada por el amigo Mercadal y la Colla de la Playa en
pleno, nos induce a pensar que en la próxima década un selecto grupo de
pensadores del negocio turístico, contratados por una suma de ciudades de la
Comunidad Autónoma de Valencia interesadas en el tema, se harán las siguientes
consideraciones; cuando ni la bajada de precios, ni los días de sol
garantizados, ni los magníficos hoteles de amplias habitaciones y desinfección
total, ni los puntos clásicos de interés hasta entonces existentes, cuando se vea
que todo ello no es suficiente para volver a atraer al turista, comprenderán la
urgencia de inventar ‘cosas nuevas’, cosas que se salgan de lo normal y que tengan
la fuerza de lo novedoso ineludible.
Se
empezará en la ciudad de Alcoy, una de las poblaciones interesadas en esta
investigación. Una ciudad que en cierto modo nunca fue turística en demasía,
pero que de pronto sentirá la llamada del Futuro y querrá responder a ella con
decisiones que resultarán trascendentales.
Verán
los expertos que Alcoy dispone de un capital festivo de primera magnitud pero
que se reduce a un único acontecimiento del año. Me refiero a las Fiestas de
Moros y Cristianos que movilizan a ingentes masas de público local y visitante.
¿Por qué no aprovechar esta capacidad tan extraordinaria de fabulación festiva,
con el complemento inaudito y tan valioso de los disfraces, de las bandas de
música, propias y ajenas, un fenómeno único en el mundo? Si, dirán los
entendidos, esto está muy bien, podemos buscar otras excusas y otras fechas,
pero nos falta lo esencial, ese algo que sea capaz de aglutinar lo festivo y de
elevarlo a una categoría nueva, superior y singular.
Será
el clarinetista Lluc d’Alcoi, un joven publicista y emprendedor local, quien,
en un taller de innovación futurista que se efectuará en los locales de La Societat Musical Nova d'Alcoi,
dará con la idea tan buscada: ¿por qué no elegir a un Rey de la Fiesta?
Un
rey… Absurdo, dirán unos, demodé, huele a viejo, afirmarán otros,
pero la idea, tal como llegue, se quedará, y se acomodará en aquel cónclave de
buscadores del futuro. En efecto, aparecerá y lo hará para quedarse, si no para
siempre, sí por un par de siglos, como mínimo.
Elegir
al Rey de la Fiesta, un título que exigirá un protocolo, un calendario de
celebraciones y de apariciones públicas, un palacio residencial que no deberá
ser ni anodino ni vulgar ni modesto. Una corona que se incrustará en el tejido
social sin despertar suspicacias, sin afanes de posesión conquistadora pero sí
con una vocación de presencia grandilocuente y fastuosa, a pesar de la
modernidad de diseño y vestuario, y una mirada de ambición universal, como es
propio de cualquier corona.
¿Cómo
rematar la idea con un complemento que lo establezca, de una vez por todas y
para siempre, en el centro de la atención local, regional, nacional y muy
pronto internacional?
Será
de nuevo el joven Lluc d’Alcoi el autor de la idea genial de importar a una familia de
diez elefantes de la India y a treinta dromedarios de Marruecos. Se creará para
ello un enorme parque zoológico especializado en animales de transporte
(elefantes, dromedarios, camellos, burros, lamas, mulas y macizos caballos de
carga), que harán las delicias de los visitantes con recorridos por los
paisajes del entorno, y que servirán para vestir las impresionantes procesiones
y las fiestas que pronto la nueva Monarquía de la Fiesta empezará a
desarrollar.
No
es de extrañar que el Ayuntamiento de la ciudad en pleno, con el asesoramiento
del cónclave de expertos, y del recién fundado Consejo de Ancianos de la ciudad
(una decisión que tendrá consecuencias duraderas en toda la Península), decida
elegir como primer Rey de la Fiesta al mismísimo Lluc d’Alcoi, el joven clarinetista
inventor de la idea quien, provisto de un buen porte y mucha gracia natural, pasará
a llamarse Lluc I d’Alcoi i de la Festa.
La
ocurrencia sorprenderá enormemente a propios y a extraños, pero lo que maravillará
a todo el mundo es el éxito que tendrá, pues la Fiesta de Moros y Cristianos,
que hasta entonces habrá sobrevivido con una buena presencia de público, pero
circunscrita a la inercia de unas celebraciones que no dejan de ser una rutina
del tiempo, de pronto se disparará de tal modo que, al año dos del reinado de
Lluc I d’Alcoi, se tendrá que desplazar el desfile de proclamación, con sus
cabalgatas de elefantes, burros, camellos y lamas, a la misma ciudad de
Valencia. Una fiesta que, en volumen de participación y de visitantes, superará
con creces, a los pocos años, a las mismas Fallas. ¡Inaudito!, exclamarán los
expertos.
No
serán pocas las resistencias encontradas, sobre todo por los partidos
animalistas, en alza en los últimos tiempos, a los que no gustarán para nada el
uso público de los animales de carga. Pero también aquí se acabará venciendo,
cuando un sector del mundillo animalista de Valencia se haga, de golpe y
porrazo, y ante el asombro de todos, profundamente taurino. El mérito
se lo deberá apuntar el mismísimo Lluc I d’Alcoi, tan convencido estará de la
solvencia de sus ideas. Tras muchos encuentros, debates, talleres de
prospección y conferencias especializadas, Lluc se ganará el corazón de sus
detractores al poner la Dignidad de los animales en primer plano. Dirá: señores,
nada es más importante que, en la vida y en la muerte, todos vivamos con
dignidad, nosotros y nuestros queridos hermanos animales. Demostrará con hechos
que la colaboración con las familias de elefantes y dromedarios, rescatados de
explotaciones truculentas, será algo que redundará en beneficio de todos, y se
sumará con vehemencia a la campaña contra los mataderos industriales, donde se
practica el exterminio en masa.
La
cuestión es que las nuevas ideas correrán como la pólvora y que por toda la
geografía valenciana empezarán a brotar nuevas monarquías a cuál más original y
variopinta, con la intención si no de emular, si de igualar el éxito de Alcoy,
al darse cuenta de que la veda para proclamar nuevas monarquías temáticas
estará abierta, una barra libre donde servirse las más estrafalarias
ocurrencias.
Como
es lógico, en los equipos de expertos diseñadores del futuro habrá no pocos
catalanes, avispados investigadores de lo social que habrán dejado las
capitales de Cataluña, hartos de las inútiles divisiones y ansiosos de respirar
aires más abiertos y creativos.
Valencia
será de este modo el mayor foco de atracción de los cerebros más despiertos del
país, tras haberse convertido en la meca peninsular de la innovación de las
ideas, del turismo y del comercio.
Cabe
destacar aquí las monarquías temáticas más llamativas de esta primera época
emergente, empezando por la Tomatina de Buñol, cuya reina, Doña Florentina
Tomate I, gozará de una fama enorme
Por
supuesto, habrá otras monarquías de la Fiesta en las localidades donde más
notorias son las celebraciones de Moros y Cristianos así como la presencia de
las bandas musicales, las cuales dispondrán de sus correspondientes monarcas,
dada la alta estima que sienten los valencianos por las bandas y los pasacalles.
Esta
fama de la música despertará con fuerza la construcción de nuevos conservatorios
y una industria emergente, la de la fabricación de instrumentos metálicos de
viento, con trompas y tubas de dimensiones descomunales, creadas para ser
transportadas con carricoches en las desfiladas musicales, y que no tardarán en
despertar el interés de las principales orquestas del mundo, ansiosas de
incorporar en sus fosos unos instrumentos tan colosales y refinados.
Como
dijimos antes, Murcia se sumará de inmediato a la inventiva valenciana, siendo
el primer palo monárquico instituido la Reina de la Huerta Doña Paca Raimunda I
de los Melones. Mujer elegante y de armas tomar, inaugurará el primer linaje
dedicado a los trabajos del campo, a la que seguirán varias dinastías murcianas
y valencianas dedicadas a la Naranja y a la Mandarina, a los Pimientos y a las
Calabazas. Cada fruto de la huerta tendrá, en un lugar u otro, su monarca
representante. Más adelante se sumarán a ellos los palos del Vino, pero ya en
la etapa posterior de expansión del polimonarquismo en toda la Península, una
vez Cataluña se haya incorporado con decisión a la ola transformadora
levantina.
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