viernes, 10 de julio de 2020

3- Mutaciones en la industria turística



Creo pertinente, querido conciudadano, que antes de situarnos en fechas más avanzadas del calendario, nos fijemos en algo que pronto va a suceder y que va a ser determinante en los cambios que se avecinan a eso que se ha dado en llamar la Industria Turística. Algo lógico, si tenemos en cuenta la importancia que tiene el turismo en el conjunto del país, al movilizar una tan amplia gama de actividades y ocupaciones.
Los implicados en este negocio que, como un pulpo, tiene mil patas de extensión y desarrollo, deberán muy pronto plantearse las preguntas apuntadas en la anerior carta. Y lo que descubrirán los más entendidos en la materia, invitados por las principales ciudades valencianas, es que costará mucho vencer las resistencias que la prudencia y el miedo al contagio han inoculado a las poblaciones mundiales. Por mucho que se innove en sistemas de seguridad, limpieza y desinfección, el pánico generado por el COVID-19 se incrustará en la gente como una segunda capa de parálisis y protección. ¿Cómo vencerla?
Por supuesto, las ofertas y las bajadas de precios y de pantalones serán mayúsculas y contundentes, pero pronto se comprenderá que su trascendencia no será más que un parche a un problema mucho mayor.
Nuestra visión de futuro, bien avalada por el amigo Mercadal y la Colla de la Playa en pleno, nos induce a pensar que en la próxima década un selecto grupo de pensadores del negocio turístico, contratados por una suma de ciudades de la Comunidad Autónoma de Valencia interesadas en el tema, se harán las siguientes consideraciones; cuando ni la bajada de precios, ni los días de sol garantizados, ni los magníficos hoteles de amplias habitaciones y desinfección total, ni los puntos clásicos de interés hasta entonces existentes, cuando se vea que todo ello no es suficiente para volver a atraer al turista, comprenderán la urgencia de inventar ‘cosas nuevas’, cosas que se salgan de lo normal y que tengan la fuerza de lo novedoso ineludible.
Se empezará en la ciudad de Alcoy, una de las poblaciones interesadas en esta investigación. Una ciudad que en cierto modo nunca fue turística en demasía, pero que de pronto sentirá la llamada del Futuro y querrá responder a ella con decisiones que resultarán trascendentales.
Verán los expertos que Alcoy dispone de un capital festivo de primera magnitud pero que se reduce a un único acontecimiento del año. Me refiero a las Fiestas de Moros y Cristianos que movilizan a ingentes masas de público local y visitante. ¿Por qué no aprovechar esta capacidad tan extraordinaria de fabulación festiva, con el complemento inaudito y tan valioso de los disfraces, de las bandas de música, propias y ajenas, un fenómeno único en el mundo? Si, dirán los entendidos, esto está muy bien, podemos buscar otras excusas y otras fechas, pero nos falta lo esencial, ese algo que sea capaz de aglutinar lo festivo y de elevarlo a una categoría nueva, superior y singular.
Será el clarinetista Lluc d’Alcoi, un joven publicista y emprendedor local, quien, en un taller de innovación futurista que se efectuará en los locales de La Societat Musical Nova d'Alcoi, dará con la idea tan buscada: ¿por qué no elegir a un Rey de la Fiesta?
Un rey… Absurdo, dirán unos, demodé, huele a viejo, afirmarán otros, pero la idea, tal como llegue, se quedará, y se acomodará en aquel cónclave de buscadores del futuro. En efecto, aparecerá y lo hará para quedarse, si no para siempre, sí por un par de siglos, como mínimo.
Elegir al Rey de la Fiesta, un título que exigirá un protocolo, un calendario de celebraciones y de apariciones públicas, un palacio residencial que no deberá ser ni anodino ni vulgar ni modesto. Una corona que se incrustará en el tejido social sin despertar suspicacias, sin afanes de posesión conquistadora pero sí con una vocación de presencia grandilocuente y fastuosa, a pesar de la modernidad de diseño y vestuario, y una mirada de ambición universal, como es propio de cualquier corona.
¿Cómo rematar la idea con un complemento que lo establezca, de una vez por todas y para siempre, en el centro de la atención local, regional, nacional y muy pronto internacional?
Será de nuevo el joven Lluc d’Alcoi el autor de la idea genial de importar a una familia de diez elefantes de la India y a treinta dromedarios de Marruecos. Se creará para ello un enorme parque zoológico especializado en animales de transporte (elefantes, dromedarios, camellos, burros, lamas, mulas y macizos caballos de carga), que harán las delicias de los visitantes con recorridos por los paisajes del entorno, y que servirán para vestir las impresionantes procesiones y las fiestas que pronto la nueva Monarquía de la Fiesta empezará a desarrollar.
No es de extrañar que el Ayuntamiento de la ciudad en pleno, con el asesoramiento del cónclave de expertos, y del recién fundado Consejo de Ancianos de la ciudad (una decisión que tendrá consecuencias duraderas en toda la Península), decida elegir como primer Rey de la Fiesta al mismísimo Lluc d’Alcoi, el joven clarinetista inventor de la idea quien, provisto de un buen porte y mucha gracia natural, pasará a llamarse Lluc I d’Alcoi i de la Festa.
La ocurrencia sorprenderá enormemente a propios y a extraños, pero lo que maravillará a todo el mundo es el éxito que tendrá, pues la Fiesta de Moros y Cristianos, que hasta entonces habrá sobrevivido con una buena presencia de público, pero circunscrita a la inercia de unas celebraciones que no dejan de ser una rutina del tiempo, de pronto se disparará de tal modo que, al año dos del reinado de Lluc I d’Alcoi, se tendrá que desplazar el desfile de proclamación, con sus cabalgatas de elefantes, burros, camellos y lamas, a la misma ciudad de Valencia. Una fiesta que, en volumen de participación y de visitantes, superará con creces, a los pocos años, a las mismas Fallas. ¡Inaudito!, exclamarán los expertos.
No serán pocas las resistencias encontradas, sobre todo por los partidos animalistas, en alza en los últimos tiempos, a los que no gustarán para nada el uso público de los animales de carga. Pero también aquí se acabará venciendo, cuando un sector del mundillo animalista de Valencia se haga, de golpe y porrazo, y ante el asombro de todos, profundamente taurino. El mérito se lo deberá apuntar el mismísimo Lluc I d’Alcoi, tan convencido estará de la solvencia de sus ideas. Tras muchos encuentros, debates, talleres de prospección y conferencias especializadas, Lluc se ganará el corazón de sus detractores al poner la Dignidad de los animales en primer plano. Dirá: señores, nada es más importante que, en la vida y en la muerte, todos vivamos con dignidad, nosotros y nuestros queridos hermanos animales. Demostrará con hechos que la colaboración con las familias de elefantes y dromedarios, rescatados de explotaciones truculentas, será algo que redundará en beneficio de todos, y se sumará con vehemencia a la campaña contra los mataderos industriales, donde se practica el exterminio en masa.
La cuestión es que las nuevas ideas correrán como la pólvora y que por toda la geografía valenciana empezarán a brotar nuevas monarquías a cuál más original y variopinta, con la intención si no de emular, si de igualar el éxito de Alcoy, al darse cuenta de que la veda para proclamar nuevas monarquías temáticas estará abierta, una barra libre donde servirse las más estrafalarias ocurrencias.
Como es lógico, en los equipos de expertos diseñadores del futuro habrá no pocos catalanes, avispados investigadores de lo social que habrán dejado las capitales de Cataluña, hartos de las inútiles divisiones y ansiosos de respirar aires más abiertos y creativos.
Valencia será de este modo el mayor foco de atracción de los cerebros más despiertos del país, tras haberse convertido en la meca peninsular de la innovación de las ideas, del turismo y del comercio.
Cabe destacar aquí las monarquías temáticas más llamativas de esta primera época emergente, empezando por la Tomatina de Buñol, cuya reina, Doña Florentina Tomate I, gozará de una fama enorme
Por supuesto, habrá otras monarquías de la Fiesta en las localidades donde más notorias son las celebraciones de Moros y Cristianos así como la presencia de las bandas musicales, las cuales dispondrán de sus correspondientes monarcas, dada la alta estima que sienten los valencianos por las bandas y los pasacalles.
Esta fama de la música despertará con fuerza la construcción de nuevos conservatorios y una industria emergente, la de la fabricación de instrumentos metálicos de viento, con trompas y tubas de dimensiones descomunales, creadas para ser transportadas con carricoches en las desfiladas musicales, y que no tardarán en despertar el interés de las principales orquestas del mundo, ansiosas de incorporar en sus fosos unos instrumentos tan colosales y refinados.
Como dijimos antes, Murcia se sumará de inmediato a la inventiva valenciana, siendo el primer palo monárquico instituido la Reina de la Huerta Doña Paca Raimunda I de los Melones. Mujer elegante y de armas tomar, inaugurará el primer linaje dedicado a los trabajos del campo, a la que seguirán varias dinastías murcianas y valencianas dedicadas a la Naranja y a la Mandarina, a los Pimientos y a las Calabazas. Cada fruto de la huerta tendrá, en un lugar u otro, su monarca representante. Más adelante se sumarán a ellos los palos del Vino, pero ya en la etapa posterior de expansión del polimonarquismo en toda la Península, una vez Cataluña se haya incorporado con decisión a la ola transformadora levantina.

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