jueves, 21 de enero de 2021

8- Sobre la fragmentación y la multiplicidad

El Mosaico Ibérico

Estimado conciudadano, me gustaría en esta carta exponer un tema que hemos tratado muchas veces en nuestras conversaciones de la playa. Me refiero a la desazón de saber si este fervor temático de carácter polimonárquico hacia la fragmentación puede llegar a ser motivo de fractura y de sobresaltos sociales y emotivos, especialmente en nuestro país. Fue Conchita quien hizo la pregunta el otro día y Mercadal quien le contestó enseguida.
     —Mira, Conchita, quizás en ciertos casos y en algunas zonas podrá haber algunos, de estos sobresaltos, sobre todo si tenemos en cuenta la variedad de temperamentos que conforman Europa y por supuesto la Península Ibérica. Pero lo que vemos nosotros con total claridad es que la atmósfera de exaltación temática se verá como algo tan positivo, que casi sin excepción será aceptada por la mayoría de la sociedad como una nueva etapa del genio ibérico en su quehacer de afirmación imaginativa. Y es que toca hablar aquí de una cuestión del todo pertinente: me refiero a la tendencia irrefrenable hacia la multiplicidad y la separación en la que estamos inmersos, fruto del enorme cambio de civilización de nuestros días.
     Lo habíamos hablado con Mercadal varias veces y era un tema con el que gustaba explayarse cuando encontraba la ocasión.
     —Amigos, que vivimos una época de fragmentación en todas las esferas de la sociedad y del pensamiento, es una evidencia de la que los periódicos nos hablan cada día. Tened en cuenta que si la ciencia, cuyo quehacer básico es la medición, marca el signo de nuestra época, es normal que todo se quiera separar y dividir en partes, para así conocer mejor el todo. Pero aún disponemos de otra constatación: si en efecto la inteligencia y la racionalidad se acaban imponiendo como las herramientas más valoradas del futuro, es evidente que tendemos hacia una multiplicidad formal similar a la de la naturaleza, al ser aquí donde nuestra imaginación mental encuentra sus más notables modelos y fuentes de inspiración. Y ¿qué hay de más múltiple que la misma naturaleza, con sus infinitas variedades de formas minerales, vegetales y animales, las visibles, las invisibles y las microscópicas?
     Todos asentimos ante verdades tan descomunales.
     —En cambio, también parece de cajón que los arcaicos sistemas de pensamiento basados en la obsesión de las formas fijas y unitarias, sean personas, estados, naciones o poderes empresariales, con sus mitos fundacionales y sus historias anquilosadas, comiencen a relajarse en unos casos, a desmigajarse en otros, o a ponerse nerviosos, por el miedo de perder su uniformismo, rodeados como están por las fuerzas disgregadoras de la multiplicidad formal. Mirad sino como la mayoría de los conflictos de nuestro mundo se basan hoy en esta dificultad de los conjuntos grandes de encajar los chorros afirmativos de las partes, es decir, los pequeños que disputan el poder a los grandes. Y cómo los pequeños luchan también para uniformizar sus patrias diminutas, que quieren únicas y bien separadas del resto del mundo, reprimiendo las alteridades interiores que no soportan. Conflictos que no paran de nacer y de crecer se vaya donde se vaya y se mire por donde se mire.
     —Una verdad como un templo, sí, señor —exclamé, admirado de la sagacidad de nuestro colega.
     —La multiplicidad es una tendencia que no se puede parar, Corominas, y quien antes aprenda cómo encajarla y administrarla, antes tendrá una de las claves básicas de cómo gestionar las sociedades del futuro.
     Palabras que nos dejaron en profunda meditación.
     —Piensa —continuó diciendo Mercadal—, que esta voluntad tan loable de querer llegar a consensos no tardará mucho en convertirse en un deseo obsoleto, en el que nadie creerá. La multiplicación de las partes impedirá cualquier tentativa de consenso y lo que veremos o verán nuestros descendientes es una suma de afirmaciones condenadas a convivir entre sí, no por consenso, sino por simple razón de vecindad o proximidad, y para garantizar la supervivencia.
     —¡Pero eso es una anarquía de imposible solución! —exclamó Conchita.
     —Desde luego, el guirigay será enorme, eso es cierto, y de algún modo es una situación que ya hemos empezado a ver sin tener que desplazarnos al futuro. Pero el genio de la inventiva valenciana e ibérica en su conjunto, con la invención del Polimonarquismo como nueva forma de estimular y de organizar las partes, con sus protocolos, sus ceremonias extravagantes y un sinfín de ideas productivas asociadas, derivará a la larga hacia un tejido social rico, complejo y contradictorio, que sonará un poco como una de esas orquestas que tocan música contemporánea, en las que cada músico parece leer su propia partitura, todos al unísono, sin aparente relación alguna la una con la otra. Y eso, que ahora nos parece un disparate o una cacofonía insoportable, acabará siendo la música que tocarán las sociedades futuras, lo que explica que los compositores actuales nos eduquen a estas sonoridades aleatorias, que desconciertan pero que para nosotros no son más que las voces del futuro que nos llegan a modo de ejemplo y para que nos vayamos acostumbrando.
     —¡De cajón, Mercadal, de cajón! —no pude menos que exclamar ante la sabiduría de sus palabras.
     Paquito, que escuchaba muy atentamente, preguntó entonces:
     —Comprendo lo que dices, Mercadal, pero tengo dudas sobre una cuestión: ¿en qué modo podemos considerar que esta fragmentación y posterior evolución hacia el neomonarquismo será un avance de verdad en la civilización de los humanos?
     —Has dado en el clavo, Paquito, porque esta es una cuestión crucial. En realidad, desconocemos los detalles sobre cuál será el desarrollo de esta multiplicación mimética de infinitas cabezas coronadas, aparta del galimatías consecuente y de las importantes necesidades de organizar una tan enorme complejidad, aunque sí intuimos sus líneas maestras. Fíjate que a ojo de buen cubero y tras analizar nuestras visiones desde la atención alejada de cruce e intersección con la que solemos meditar sobre estos asuntos, hemos visto Bastides y yo una evolución que va, de los infantiles narcisismos de tantos monarcas enamorados de sus coronas, a un individualismo de nuevo cuño, que asumirá como normal e incluso arquetípico, una contradicción fundamental: el hecho de ser y considerarse único, y a la vez ser igual que los demás. Es decir, será normal sentirse Todo y Nada a la vez, Uno y Muchos, Genial y Vulgar. Esta contradicción básica entre la igualdad y la diferencia será el meollo del gran cambio civilizacional que se vivirá en el Mosaico Ibérico y que estará en la base de todo lo que está por venir. Y fíjate que en el dar o no dar este paso se encuentra el quid del optimismo con el que vemos el futuro, pues si las poblaciones ibéricas se empecinan en ser y vivir sus diferenciales desde posiciones de absoluto, por mucho polimonarquismo que haya, en vez de Mosaico, lo que tendremos es un enorme campo de batalla de todos contra todos. Nosotros, que amamos y conocemos el carácter y la bondad profunda que anida en los pueblos españoles, y por mucho que las apariencias y los agoreros nos digan lo contrario, siempre pensaremos que el lógico desenlace de la multiplicidad coronada no puede ser otro que la asunción de esta contradicción nuclear de lo que será el corazón de las civilizaciones del futuro.
     Nos quedamos impresionados de las revelaciones de nuestro amigo de la playa, que parecían ir mucho más allá de lo que las imágenes de nuestra pronóstica nos tenían acostumbrados.


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